Empecemos con un clarificador resumen de la historia del entrenamiento indoor, a cargo de Joaquín Colorado: “Consecuencia del auge de la escalada deportiva, comienza a extenderse durante la segunda mitad de los años 80 la idea de escalar sobre estructuras artificiales, al principio vallas y muros urbanos que estaban ya allí, con el fin de entrenarse a diario sin necesidad de desplazarse a la sierra o lejos del domicilio.
Al mismo tiempo, llega la invención de una estructura que está especialmente pensada para la escalada: el rocódromo. Al principio solo estaba destinado a travesías, pero enseguida adquiere su proyección vertical y desplomada para la competición.
A mediados de los 90 se empieza a pensar en diseños más adaptados al entrenamiento físico de escaladores que no compiten, y poco después se convierten también en útiles para la enseñanza de base. En la primera década del s. XXI se perfeccionan distintos tipos de estructuras pensando en cualquier nivel de práctica y edades (incluidas las más tempranas). Finalmente, en el último decenio se ha pensado sobre todo en el bloque puro, en un paralelismo con lo que estaba ocurriendo en la roca natural.
Por otra parte, y en relación con las dotaciones complementarias que te ofrece la instalación, cada vez son más las que incluyen en mayor o menor medida escalada con cuerda, gimnasio, zona de cardio, aula, sauna, etc. por lo que el tradicional concepto ‘sala de búlder’ ha dejado paso al de ‘centro de escalada’ que te ofrece un servicio más completo y eficaz”.
En España los primeros rocódromos llegaron a finales de los noventa, tal y como nos cuenta José Manuel Velázquez-Gaztelu, uno de los fundadores de Bulderking, la primera sala indoor abierta en Madrid (la segunda de España, pues unos años antes se había abierto la sala Baltzola): “La construcción fue auténtico concepto DIY (Do It Yourself), con mucha improvisación, copiando cosas que habíamos visto en rocos franceses e ingleses. Íbamos comprando presas de muchas marcas y de pequeños ‘sellos independientes’; al final, las mejores presas no las hacían las marcas famosas, sino los escaladores ( “las presas de Asier”, “las presas del Pichi”, “las presas de Kroma”, “las presas de Zuntz”…). Top 30 nos ayudó mucho al principio también”.
De hecho la empresa asturiana Top30, fundada en 1992, fue pionera en el campo de los rocódromos en España y clave para la expansión y evolución tanto delas instalaciones para escalar como de las competiciones en nuestro país durante años, sentando las bases de todo lo que ha venido después. Hoy en día la oferta constructiva se ha multiplicado.
Y entonces, ¿hacia dónde vamos?
Creo que esto seguirá yendo a más, cada vez habrá más rocódromos y más grandes, y la gente se dedicará exclusivamente a escalar en rocódromo, como una actividad independiente. Y reventará cuando lo hagan olímpico, todo lo que sale por la tele genera negocio…
Veo un futuro muy prometedor. Cada vez hay más rocódromos y salas de búlder muy buenas en nuestro país, con una calidad que no tienen nada que envidiar a las de fuera. Empresas de fama mundial se han instalado aquí y cada vez hay más demanda, más gente formada para impartir cursos, más usuarios, etc. Creo que hay un gran futuro detrás de todo esto que dará trabajo a muchas personas. Eso sí, vale la pena invertir en buenas infraestructuras, no por tener ganas de tener un rocódromo o sala de búlder montada en cuatro días cualquier empresa es válida”.
En el último periodo se han construido bastantes rocódromos pero la demanda está en auge. Comparativamente con otros países, las instalaciones de nuestro país son menores tanto en altura como en superficie. El aumento de público interesado en este deporte implicará la ampliación hacia estructuras más altas, más grandes y nuevos rocódromos. Es muy simple, como ejemplo, solo tenemos que mirar a países como Estados Unidos, Austria, Nueva Caledonia, etc, lugares donde en instalaciones fijas se celebran competiciones internacionales. En nuestro país no hay rocódromos fijos capaces de albergar competiciones internacionales y este concepto llegará tarde o temprano, solo hay que ver la juventud que sube y el nivel que tienen sin tener instalaciones adecuadas.
El campus, este invento del al gran Wolfgan Güllich
Este invento, que le debemos al gran Wolfgan Güllich hace más de 25 años, supuso una revolución en el campo del entrenamiento. Desde entonces ha evolucionado mucho, pasando a ser de unos simples listones de los que los escaladores traccionaban o se colgaban sin mucho conocimiento, a ofrecer multitud de ejercicios eficaces, sobre listones romos, bolas, puñales…
Con todo, sigue siendo una herramienta que hay que utilizar con precaución; atentos a estas recomendaciones:
- Entrena en campus solo si eres un escalador de nivel intermedio o avanzado (puedes por lo menos escalar de segundo un 6c sin caídas o un búlder de 6B) con al menos dos años de experiencia y si no has tenido una lesión reciente en los dedos o los brazos.
- Calienta de forma adecuada. Esto puede incluir el practicar unos 30 minutos de búlder aumentando la dificultad progresivamente.
- Cuatro series en el campus es mucho mejor que ocho series a medias o mal ejecutadas. Recuerda que el campus no debe ser la pieza central de tu entrenamiento, sino un complemento dentro de un programa global.
- No hagas campus cuando te sientas cansado; es fundamental ejecutar los ejercicios con una buena técnica (por ejemplo, sin “colgarte” con los brazos completamente estirados mucho tiempo, lo que puede generar estrés en los hombros).
- Da por finalizada la sesión inmediatamente en el caso de que sientas dolor en las articulaciones o los tendones.
- No suelen ser recomendables más de dos sesiones de campus a la semana dentro de un programa de entrenamiento de fuerza.