El más prominente es el Monte Elbrús, una imponente maravilla natural con su perfil cónico distintivo, se erige como la cumbre más alta de Europa. Situado al norte de la cordillera del Cáucaso, su pico toca la altitud imponente de 5.642 metros sobre el nivel del mar. Aunque posee otras cimas secundarias, su forma distintiva y compacta no permite catalogarlas como montañas independientes.
En el ámbito del alpinismo, a menudo se confunden los términos «montaña» y «pico», especialmente cuando se trata de formaciones con múltiples picos en su cumbre, como los cráteres volcánicos. Sin embargo, desde la perspectiva de la geomorfología, que fusiona la geografía y la geología para estudiar las formas del relieve y su origen, se busca identificar elevaciones con un origen geológico común, aunque no existe un criterio único para definir una montaña.
El caso del Elbrús es claro: siendo un volcán, es inequívocamente una montaña. Sin embargo, surgen dificultades al tratar con otras formaciones en cordilleras complejas, erosionadas por glaciares, donde resulta desafiante distinguir dónde termina una montaña y comienza la siguiente.
Este dilema se presenta en el triángulo formado por los picos del Dij Tau (5.205 m), Shjara (5.200 m) y Koshtan Tau (5.151 m), también situados en el Cáucaso y siendo los segundos más altos de Europa después del Elbrús. El Dij Tau está separado del Shjara por apenas 6 kilómetros, una franja donde se encuentra un valle glaciar profundo que evidencia su distinción geológica. Por otro lado, la separación entre el Dij Tau y el Koshtan Tau es de 6,5 km a lo largo de una línea de cumbres que no permite discernir claramente si son dos picos independientes o parte de la misma montaña, añadiendo una capa de misterio a estas formaciones montañosas.
Las montañas más altas europeas se extiende por varios países, desde las vastas regiones de Rusia y Georgia hasta los pintorescos paisajes de Suiza, Italia, Francia y Azerbaiyán. Estas formaciones se distribuyen principalmente en dos cordilleras, si bien las altitudes más elevadas se concentran en el Cáucaso, marcando el límite tradicional del continente. En contraposición, los Alpes emergen como la única cadena montañosa capaz de rivalizar en altura con la cordillera transcontinental.
Algunas de estas montañas son auténticas leyendas, como el Mont Blanc o el Cervino se han convertido en verdaderos íconos de Europa, inmortalizados en películas y hasta plasmados en las envolturas de tabletas de chocolate. La mayoría de estas cimas fueron conquistadas por primera vez durante el siglo XIX , aunque el Mont Blanc, posiblemente el más reconocido de todos, ya había sido alcanzado en 1786. La culminación de esta era dorada llegó con la conquista del Tetnuldi en 1896, marcando el final de una época de audacia y exploración en las alturas.