Nos permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción de las partes de nuestro cuerpo y no siempre le hacemos mucho caso.
Para los que alguna vez hemos sufrido alguna lesión, ¿por qué una vez curados nos sentimos inseguros a la hora de realizar ciertas tareas que antes desempeñábamos sin problema?
Todo ello se debe al sentido que nos permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción de las partes del cuerpo. Nos informa de manera constante a través de diferentes receptores, con la finalidad de permitirnos ser más eficaces en nuestro movimiento, lo cual conlleva menor gasto de energía y, por supuesto, evitar cualquier tipo de lesión de manera inesperada.
Lo ideal es entrenarla a través de ejercicios específicos, que son recomendables después de cualquier lesión, pero también como método preventivo. Una manera de mejorarla, por ejemplo, es hacer ejercicios sobre superficies irregulares e inestables. Pero incluso con el simple hecho de estar descalzo mejoramos la calidad en la percepción de los estímulos que recibimos a través de nuestros pies, o bien, haciendo alguna actividad con los ojos cerrados. En definitiva, se trata de modular el resto de los sentidos para facilitar otros.
Es la gran olvidada, quizás porque no es algo tangible, pero es incondicional.